Creo que al sistema -que hacemos entre tod@s, no lo olvidemos- le ha ido muy bien, potenciando siempre al machismo, pues le ha sido muy rentable tener a mano a alguien que considerar inferior, sobre quien descargar injusticias e insatisfacciones de todo tipo, en vez de intentar cambiarlas.
Durante décadas, los hombres en general, nos acostumbramos a ser dulcemente viles, maltratando a alguien por el simple hecho de serlo, negándole la cultura, la iniciativa y hasta la capacidad de decidir… y de disfrutar autónomamente.
Nos educaron en que nuestras madres eran burros de carga, capaces de aguantar carros y carretas: la casa, la crianza y muchas veces hasta al compañero. Que nuestras novias, eran poco menos que seres para el entretenimiento, y que el resto, estaban ahí para perpetuar la especie, y poco más.
Ahora quizás nos demos cuenta o nos cuestionemos, que la sociedad en la que vivimos, la construimos día a día y que somos responsables de lo bueno y de lo malo que hacemos en ella, y que hay cosas que es preciso cambiar.
Marginar a alguien por el simple hecho de ser mujer es poco defendible.
Y sin embargo, cada vez que en público -y en privado, no nos equivoquemos- las discriminamos y metemos a todas en el mismo saco, no nos hacemos ningún bien, pues de relaciones injustas se sostienen sociedades injustas.
Las personas merecemos respeto a nuestra intimidad, a nuestra integridad física, a nuestra diferencia, y en esa aceptación, radica el erradicar la intolerancia machista, que en grado sumo llega hasta justificar la aniquilación de un ser humano por el simple hecho de querer serlo.
Pero y nosotros, dónde estamos?.
No todos los hombres maltratamos, pero si que son la mayoría de personas maltratadoras hombres, y sus victimas mujeres. Las que mueren cada semana -salvo contadas excepciones-, son mujeres.
Y eso no quiere decir que no hayan mujeres maltratadoras y hasta asesinas, sino que son… las excepciones.
La violencia machista, viene de los hombres machistas, no de todos los hombres.
Pero no menos cierto es, que en demasiadas ocasiones -consciente o inconscientemente, da igual- con nuestra actitud, con nuestro silencio, o simplemente mirando hacia otro lado, amparamos al machismo perpetuándolo.
Es nuestra responsabilidad.
Nuestros hijos e hijas necesitan de una actitud valiente como ejemplo y educación, para que sepan ir con la cabeza muy alta sintiéndose orgullos@s de ser lo que son, y no sintiéndose menospreciad@s por nadie, por el simple hecho de ser diferentes.
Seamos responsables de defender la alegría, en contra de la tristeza.
Seamos responsables de defender las relaciones de paz, en vez de las de poder.
Seamos responsables de ser capaces de no callar, de no mirar hacia otro lado y de decir: no con mi silencio!, no con mi ceguera!, no más muertes!, no más sufrimientos inútiles!.
La violencia contra las mujeres nos hace daño a tod@s, no pongamos ni un granito de arena para que se mantenga.
E.
Durante décadas, los hombres en general, nos acostumbramos a ser dulcemente viles, maltratando a alguien por el simple hecho de serlo, negándole la cultura, la iniciativa y hasta la capacidad de decidir… y de disfrutar autónomamente.
Nos educaron en que nuestras madres eran burros de carga, capaces de aguantar carros y carretas: la casa, la crianza y muchas veces hasta al compañero. Que nuestras novias, eran poco menos que seres para el entretenimiento, y que el resto, estaban ahí para perpetuar la especie, y poco más.
Ahora quizás nos demos cuenta o nos cuestionemos, que la sociedad en la que vivimos, la construimos día a día y que somos responsables de lo bueno y de lo malo que hacemos en ella, y que hay cosas que es preciso cambiar.
Marginar a alguien por el simple hecho de ser mujer es poco defendible.
Y sin embargo, cada vez que en público -y en privado, no nos equivoquemos- las discriminamos y metemos a todas en el mismo saco, no nos hacemos ningún bien, pues de relaciones injustas se sostienen sociedades injustas.
Las personas merecemos respeto a nuestra intimidad, a nuestra integridad física, a nuestra diferencia, y en esa aceptación, radica el erradicar la intolerancia machista, que en grado sumo llega hasta justificar la aniquilación de un ser humano por el simple hecho de querer serlo.
Pero y nosotros, dónde estamos?.
No todos los hombres maltratamos, pero si que son la mayoría de personas maltratadoras hombres, y sus victimas mujeres. Las que mueren cada semana -salvo contadas excepciones-, son mujeres.
Y eso no quiere decir que no hayan mujeres maltratadoras y hasta asesinas, sino que son… las excepciones.
La violencia machista, viene de los hombres machistas, no de todos los hombres.
Pero no menos cierto es, que en demasiadas ocasiones -consciente o inconscientemente, da igual- con nuestra actitud, con nuestro silencio, o simplemente mirando hacia otro lado, amparamos al machismo perpetuándolo.
Es nuestra responsabilidad.
Nuestros hijos e hijas necesitan de una actitud valiente como ejemplo y educación, para que sepan ir con la cabeza muy alta sintiéndose orgullos@s de ser lo que son, y no sintiéndose menospreciad@s por nadie, por el simple hecho de ser diferentes.
Seamos responsables de defender la alegría, en contra de la tristeza.
Seamos responsables de defender las relaciones de paz, en vez de las de poder.
Seamos responsables de ser capaces de no callar, de no mirar hacia otro lado y de decir: no con mi silencio!, no con mi ceguera!, no más muertes!, no más sufrimientos inútiles!.
La violencia contra las mujeres nos hace daño a tod@s, no pongamos ni un granito de arena para que se mantenga.
E.
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